Hace casi 50 años, en 1975, nuestros abuelos abrieron las puertas de este lugar con una idea sencilla:
que cada persona que llegara se sintiera como un amigo de la familia.
Hoy, tres generaciones después, esa filosofía sigue siendo la esencia de todo lo que hacemos.
Recordamos las mañanas, cuando el sol se levanta sobre la parte más estrecha de la isla,
y el aire se llena de ese aroma inconfundible a romero y tomillo silvestre.
Es un olor que te ancla, que te dice: "Estás en casa, estás en Formentera".
Para nosotros, "no eres un cliente, eres un amigo que viene a visitarnos". Por eso, no encontrarás aquí el frío protocolo de un hotel.
Encontrarás consejos sinceros, recomendaciones para ese restaurante romántico que no sale en las guías, o la ruta secreta para ver el atardecer más mágico.
Queremos que vivas la Formentera auténtica, la que llevamos en el corazón desde hace medio siglo.